Caminé y caminé por Ocean Drive buscando algo que me cautivara. Como persona de pocas palabras, quería evitar contacto con gente lo más que pudiera. Sin embargo, habían algunos que captaban mi atención. Había algo en ellos que me llamaba y me decía que debía fotografiarlos. Al final, me armé de valor y decidí salir un poco de mi pequeña burbuja y acercarme. Y no fue una mala idea, después de todo. Fotografié a dos señores bastante peculiares y con actitudes muy distintas: uno de ellos era reflexivo pero amable y respetuoso; el otro era alegre y espontáneo. Ambos me dieron la oportunidad de fotografiarlos y, en mi opinión, creo que logré captar sus esencias.
© Andrea Rodríguez